NUESTRA SEÑORA DE LA ELEVACIÓN
NUESTRA TIERRA - NUESTRA MADRE - NUESTRA HISTORIA
Es justo que el pueblo católico, conozca algo de la realidad histórica de la Aparición de la Madre de Dios en las faldas de Carihuairazo, en Chiquicahua de la parroquia Pilahuín. Los datos en su mayor parte han sido tomados de la ‘’Historia de Nuestra Señora de la Elevación’’ de Monseñor José Vásconez y Andrade, testimonio basado plenamente en la simbología del Lienzo Sagrado que se venera en Santa Rosa y del archivo dominicano del Convento Máximo de Quito.
En la noche del 12 al 13 de Noviembre de 1695, se apareció en la cima de una gran roca de Chiquicahua, la medianera entre Dios y los hombres: La Santísima Virgen María, Madre de Dios, al indígena Juan Chacarín que pasaba por este sector de regreso a Tumbaco, llevando provisiones para su amo don Sebastián de Soria. Fue un sábado 12 de Noviembre, ya muy avanzada la noche que el indígena al no ser posible continuar con el viaje, decidió reposar en la oquedad de la gran roca a la rivera del camino, como lo hacían todos los viajeros que utilizaban esta vía entre la Sierra y la Costa. Una vez que Chacarín se había dispuesto al descanso, de repente se despertó sobresaltado, una viva claridad había herido sus ojos; creyendo que ha comenzado el nuevo día, se dispuso a continuar su viaje. Su asombro fue mayor, cuando contempló un foco luminoso sobre el majestuoso bloque rocoso que le prestó abrigo en la noche; era un vivo resplandor y en medio de él, de pie y en una guirnalda de deslumbrantes perlas y rosas, con la Luna a sus plantas, aparecía una Señora de singular belleza, llevando en la brazo izquierdo al Divino Niño y, en el derecho sobre un trozo de roca se alza una vara florecida de azucenas, una manzana y un diminuto templo.
El estupor natural inmovilizó al indígena que luego cayó de rodillas. Juan! - oyó que le decía en su idioma nativo – Hijo mío! soy María, virgen sin mancha, es mi deseo que vayas al padre cura y le digas que como todos estos pueblos se han puesto bajo mi tutela y soy su guardiana, intervine ante el Señor, que indignado por los pecados de estas poblaciones, descargaba sobre ellos los dardos de la justicia; he conseguido aplacarle, he conseguido el perdón...; cesarán la peste, el hambre, los temblores y los demás castigos; pero es necesario que se haga penitencia para alcanzar la misericordia... Es mi voluntad que se pinte una imagen que me represente y que se levante un templo en el que seré la esperanza de cuántos a mí acudan... La enmienda es indispensable; si continúan las ofensas a Dios, el Señor ha resuelto castigar los pecados de estos pueblos con el castigo más terrible...el flagelo del terremoto. Luego de estas palabras de la Virgen, pronunciadas con aires de tristeza y de súplica, la visión se elevó un poco y la Imagen desapareció en la lejanía del espacio; era ya el amanecer del 13 de Noviembre de 1695. Entonces, Chacarín con todo lo sucedido, avanzó en su camino hacia Santa Rosa que era el asiento parroquial; contó todo lo sucedido al cura párroco del lugar Fray Francisco de Araujo, quién no dio mayor importancia al relato; el indígena continuó su viaje.
Tres años más tarde se dio el fatídico terremoto: viernes 20 de junio de 1698, que redujo a escombros la ciudad de Ambato y sus alrededores. Entonces el cura recordó el mensaje de la Virgen, buscó a Juan Chacarín en Tumbaco y lo interrogó varias veces; más tarde, bajo la dirección de Fray Francisco, con el relato minucioso del indígena y con la colaboración de don Sebastián de Soria, se pintó la Imagen de la Madre de Dios; aquí se inscribió el mensaje de la Virgen en una cadena de complicados símbolos y frases que hacen El Gran Cuadro, verdadero retrato de Nuestra Señora de la Peña (de la Elevación), Guardiana del paraje frígido de Chiquicahua, venerado en Santa Rosa desde 1704.
En diciembre de 1949 se consagra oficialmente la Diócesis de Ambato a Nuestra Señora de la Elevación, a la par que se decreta que se hagan anualmente romerías a su Santuario.
El pueblo católico de Pilahuín, en vista de la decadencia en la devoción a la Virgen María, se ha empeñado en divulgar a las nuevas generaciones, este cristiano acontecimiento y, con las Peregrinaciones anuales a Chiquicahua se ha levantado significativamente la fe. Consideramos que no es suficiente y coincidimos con Monseñor Vásconez que concluye su obra indicando que la singular predilección de la Madre de Dios para con nuestra Diócesis, no ha sido correspondida y, que tenemos una no pequeña deuda por parte de la provincia de Tungurahua.
Nuestra gratitud será efectiva –dice el historiador-, cuando sea realidad la reforma plena que encareció la Virgen y que se levante un templo nuevo –entendemos en Chiquicahua- a igual que en Tepeyac, Lourdes, Fátima, El Quinche, etc. como símbolo de la eterna alianza de María con la Diócesis de Ambato.